Querido V:
Ya sabes
que, desde hace algún tiempo, asisto con regularidad a un taller literario que
me gusta mucho, sobre todo porque soy algo perezoso y me cuesta ponerme. A
escribir, te digo. Y esta obligación de presentar un relatillo cada semana,
dado mi compromiso con los deberes desde que era un niño, me obliga a escribir.
Y escribo. Para hoy toca un relato fantástico. En principio pensé escribir algo
sobre un dragón volador que rapta a una princesa bella y mollar y la encierra
en un castillo lóbrego y aislado de donde la salva un joven valeroso que se
juega la vida sin más recompensa que el futuro beso que colme sus sueños. El
joven podrías ser tú.
Empecé, pero
no debía ser el día. Ya sabes que yo necesito tener cierta base vivencial para
escribir con algún criterio, así que pensé en garabatear un relato sobre un
pájaro que anida en un roble del pueblo que los forestales van a talar porque
tienen que ampliar la carretera e imaginar un diálogo entre el pajarillo y los
operarios. El ave les da una serie de razones, entre otras, la posibilidad de
esperar el mes y medio de rigor para que las crías, que están aún en pelo malo,
aprendan a volar y puedan abandonar el nido. Los obreros, o mejor aún, el jefe
de los obreros, opone razones varias, muy sesudas todas, pero especialmente
una: estamos en plena campaña electoral y el politiquillo de turno necesita el trabajo
terminado antes del día D. Que obras son amores. Incluso pensé en un final
abierto en el que los lectores pudieran elegir si talaban el roble o dejaban
que los pajarillos se criaran en paz. Empecé también, pero tampoco debía de ser
el día, porque lo que escribí no me gustó y llegó un momento en que ya no
escribí nada.
Y esta
mañana, cuando ya daba por hecho que hoy, por primera vez, iba a faltar a mi
compromiso, caminando un poco mohíno por la falta de inspiración, al oír en la radio a uno de estos
que nos malgobiernan o que nos quieren malgobernar me llegó la idea: escribiría
un relato fantástico sobre la actualidad más actual.
Érase un
país un país en el que se había convocado un concurso de ideas para acabar con
todos los problemas que sus habitantes venían sufriendo desde hacía ya mucho
tiempo. Se había dado un plazo a los que quisieran concursar para que durante
dos semanas hicieran llegar a los ciudadanos las ideas que se les ocurrieran
para mejorar la vida de todos. El último domingo del mes de mayo, cada vecino
que lo deseara podría emitir su voto para elegir el mejor programa y encargar a
los autores la responsabilidad de llevarlo a cabo. Se pusieron a ello y, cuando
estuvo a punto, los medios de comunicación dedicaron parte de sus programas a
difundir las conclusiones a las que habían llegado tan sesudos personajes. Y
allí vieras lo que se oyó. Las promesas que se hicieron. Las soluciones que se
propusieron.
- En cuanto a financiación, todos los municipios estarán por encima de la media.
- A partir de ahora, ningún anciano estará solo; facilitaremos la compra de televisores.
- Fomentaremos la enseñanza bilingüe, de manera que los alumnos no aprendan inglés y olviden el español.
- Vamos a bajar los impuestos y a subir las prestaciones sociales; o al revés.
- Tenemos una receta infalible para acabar con el paro, especialmente con el de nuestros allegados.
- Disminuiremos el número de alumnos por aula y aumentaremos el número de profesores, de manera que en ciertos centros habrá tantos profesores como alumnos.
- Mejoraremos la enseñanza de tal modo que todos los alumnos aprobarán. Y el que suspenda, aprobará también
- Madrid va a tener 500 millones de habitantes, porque todos los que hablen español van a ser madrileños. Y ampliaremos la ciudad para albergarlos, a razón de dos por dormitorio.
- Habrá muchas cosas que serán gratuitas y las que no lo sean, también lo serán.
- Reimplantaremos los juicios de Dios para cualquiera que se ensucie las manos con dinero del contribuyente; y a los de nuestros, les proporcionaremos guantes.
- Haremos que el Atlético de Madrid gane la Liga y si no eres de ese equipo, haremos que la gane el tuyo.
Las promesas fueron muchas más y de todo
tipo y condición. Y los autores se
dedicaron a explicarlas en los medios con total seriedad y sin que se les
alterara un solo pelo. Incluso algunos se prestaron a contrastarlas con los
adversarios en unos tediosos debates en la tele donde con caras serias se
reprochaban la imposibilidad de llevar a cabo el programa del rival, mientras
intentaban convencer al auditorio de las bondades del suyo. Todo aderezado con
muchas palabras esdrújulas y otras que terminan en bilidad, como viabilidad, gobernabilidad, posibilidad, durabilidad, estabilidad, costeabilidad,
rentabilidad... Como si fueran clones, todos advirtieron a los videntes y a los
oyentes de que los que estaban enfrente eran adversarios, que no enemigos,
porque el buen rollito se iba a imponer en este país definitivamente.
Y ocurrió que el día 24, muchos
ciudadanos optaron por la realidad de una paella en el río frente a la
virtualidad de avalar a alguno de los que siempre tienen soluciones para
resolver los problemas hasta que llegan al cargo, porque cuando llegan, los
problemas siguen y las soluciones desaparecen.
Lo
leí, no me gustó mucho, pero creí que podría cumplir con los cánones de un
relato fantástico moderno en consonancia con los tiempos que corren, tanto en la
literatura como en la vida, y ahí lo dejé. Y es que la política es siempre
literatura fantástica y los mejores relatos son los programas electorales.
Que sigas con salud. R.
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