viernes, 15 de marzo de 2019

RAZONES...




Braulio está leyendo El ciego de La Vega, un cuentecillo de Julio Llamazares, quizá el escritor que más y mejor se ha ocupado del cambio que se ha producido en el campo a raíz de la emigración masiva de los años sesenta y de cómo ha afectado a los pueblos la pérdida de población en los últimos años. Escribe Julio Llamazares en ese cuento, que el ciego de La Vega en su juventud, cuando se iba de fiesta con los mozos del pueblo a alguna localidad vecina, a media tarde, por caminos de pastores y de carros, no tenía más remedio que agarrarse a los mozos que le acompañaban, porque a él le daba igual que hubiera luz o no. Pero cuando regresaban de madrugada, si la noche era oscura, eran los mozos los que se agarraban a él. A Braulio, además de recordarle sus idas y venidas —sobre todo las venidas de madrugada de las fiestas de La Lastra—, le parece una manera muy clara de describir la necesidad que tenemos de apoyarnos unos en otros. Especialmente en estos pueblos que se van quedando sin gente.
Braulio cierra el libro y se recuesta sobre el tronco del roble que le da sombra. Pronto no quedará nadie a quien agarrarse cuando tengamos necesidad. Nos fuimos yendo en busca del progreso y no nos dimos cuenta de que el progreso “calienta el estómago, pero enfría el corazón”, en frase de otro de los más ilustres escritores de nuestra Castilla vacía. Y a Braulio, que no es hombre de letras, pero que ha ido a muchas ferias, le vienen a la memoria unos números que leyó no hace mucho tiempo en uno de esos periódicos que quedan olvidados en ciertos establecimientos.  Ya hay más de 600 municipios en Castilla y León con menos de cien habitantes y ya somos más de 40.000 las personas que pasamos de los 75 años. Además, Braulio lo recuerda como si fueran los números de la venta de un becerro, en el papel se decía también que en los próximos 15 años, Castilla perderá aún más del 10% de sus habitantes. Echen ustedes las cuentas.

            Echen ustedes las cuentas y recuérdenlas cuando vengan a verles esos que vienen a los pueblos cuando se acercan las elecciones. Y, si vienen, que vendrán, no tengan ningún recato en preguntarles si conocen estos datos. Y, sobre todo, si tienen alguna idea para paliarlos. Pregúntenles por el peaje de la AP-6, por ejemplo. Pregúnteles si algún día veremos molinos en nuestros cerros ahora vacíos o si piensan crear en la zona algún tipo de explotación que dé trabajo y estabilidad a los jóvenes. Pregúntenles por los apagones de telefonía y televisión que sufrimos a veces. Y eso que soportamos una antena gigantesca cuyos beneficios económicos y posibles derivaciones desconocemos. Y, si no tienen respuestas o las que les den no les convencen, voten en consecuencia. Porque, aunque alguien dijera, hace ya mucho tiempo, que en política lo importante no es tener razón, sino que te  la den, hoy sabemos que lo importante es que haya razones para que alguien nos gobierne. Y, sobre todo, que nos gobiernen los que tienen razón en lo que dicen. Y que lo cumplan.


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