Afanado en su huerto un campesino
retirando uno a uno los hierbajos
repara que en el borde del camino
vestido de sumiso peregrino
se recrea con la brisa y el sombrajo
un turista sin punto de destino.
Qué bien viven aquí, dice el ladino,
disfrutando del tiempo y del trabajo,
en santa soledad, con buen relajo.
A la sombra, la bota de buen vino
y un clima, que parece ser divino.
Es lo que más admiro cuando viajo.
¡Qué vida tan feliz y qué agasajo!
Sin nada que les pueda ser dañino.
Qué sabrás tú de campo, tonto el haba.
Piensa y calla, severo, el lugareño.
Si quieres opinar, primero cava.
Sirvan estos versos mal compuestos de homenaje a todos los campesinos que soportan sin rechistar los
comentarios de los turistas de pantalón corto y gorra de colorines. Los que los vemos trabajar, pero no los ayudamos; los que ensalzamos la vida en
el campo, pero vivimos en la ciudad; los que cumplimos con la
conveniencia de elogiar esos lugares maravillosos para ir, pero en los que no queremos vivir.
NOTA: Las fotos son cortesía del grupo de WhatsApp Horcajeñ@s.
NOTA: Las fotos son cortesía del grupo de WhatsApp Horcajeñ@s.
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