Dicen que donde
escasean las noticias cualquier cosa puede serlo. Cuando pasas el verano en un
pueblecillo pequeño, donde conoces a todo el mundo y sabes cómo piensa la
mayoría, donde no hay prensa y las noticias llegan casi siempre por la boca de
los compañeros de paseo, se suelen sobredimensionar las cosas. Lejos del runrún
diario de la política, la atención suele dirigirse a asuntos más nimios. Pero
este verano no ha sido así. Porque todos los que andamos por la zona del valle
de El Tormes nos hemos sentido concernidos. Porque, aunque ahora no tengamos
vacas, las tuvimos. Porque, aunque ahora vivamos de otra manera, antes vivimos
del campo. Porque conocemos el esfuerzo de los ganaderos. Y, sobre todo, porque
estamos muy preocupados por el futuro de nuestros pueblos. La provincia de
Ávila ha perdido el 35,6 % de población desde el año 1950. En términos
absolutos somos casi 93.000 habitantes menos. Y esta pérdida no se ha dado en la
capital ni en los núcleos de la cara sur de Gredos. La mayor pérdida se ha producido
en el entorno de El Barco y Piedrahíta, en esos pueblos que están a más de 60
km. de la capital.
Un brote de tuberculosis acaba con todas las vacas
de Aliseda de Tormes: "Se ha producido el vacío sanitario"
El titular es de La Sexta. El entrecomillado debe
de corresponder a palabras textuales de algún político. Y duele. Duele ver en la
pantalla a personas que conoces y que no entienden lo que pasa. Porque, ¿qué
pasa con las vacas de la zona? Alguien, la Junta probablemente, tendrá que dar
bastantes explicaciones.
Tendrá
que explicar por qué si al sanear una explotación se detecta un animal enfermo,
sólo uno, se mata a toda la cabaña. Tendrá que explicar si no sería más
razonable poner en cuarentena a todos los animales y repetir los análisis para
detectar cómo evoluciona la enfermedad y si el contagio es o no efectivo al
cabo de un tiempo prudencial —el que determinen los veterinarios— actuar en
consecuencia. Una consecuencia que podría ser, en el caso más positivo, que no
fuera necesario matar a los animales que aún no están infectados.
Tendrá
que explicar si, como dicen los ganaderos, es la fauna salvaje la transmisora
de la enfermedad. Y si es así, tendrá que explicar cuáles son las medidas que
se han tomado al respecto. Porque no es posible vacunar ni tratar a los cientos
de jabalíes y cérvidos que poco a poco se van adueñando del campo. Y no es
posible que los pocos habitantes que quedan en la zona lo intenten de nuevo si no están absolutamente seguros de que se están tomando
medidas efectivas contra los transmisores del virus.
Alguien
de la Junta tendrá que hacer la pedagogía necesaria para que no nos creamos que
la muerte masiva de los animales responda a un plan diseñado para terminar con
el ganado vacuno en la zona. Porque, dicen muchos, es más rentable cambiar la
producción. Optar por el ganado ovino o los antiguos rebaños de cabras. Que
sobran vacas, vaya. Y alguien tendrá que explicarles a ustedes que lo que ha
pasado en La Aliseda no es un “vacío sanitario”: vacío de vacas sí ha quedado
el pueblo, pero sanitario no es, porque los portadores siguen en la sierra, sin
que nadie se haya ocupado de ellos, al menos que nosotros sepamos.
Ya no nos valen cuentos como que son leyes
europeas las que nos obligan a matar las vacas. Europa somos nosotros, los
obligados y también lo son ustedes, los que obligan. Son ustedes o miembros de
sus partidos los que tienen que defendernos, en Europa, en Madrid o en
Valladolid. Las cosas se cambian desde dentro siempre que haya voluntad de
cambiarlas. Y ustedes están dentro.
¿Alguno
de nuestros representantes en esos Organismos europeos, madrileños o vallisoletanos
ha pensado en el futuro de esta zona? Seguramente no se han dado cuenta de que
cada vez que a un ganadero se le cierra la explotación, también se cierra una
casa. Seguramente no se han parado a pensar que uno o varios muchachos se
tendrán que ir a Madrid a que les paguen una miseria hasta que lleguen al paro
o a la RMI. Quizá no se les haya ocurrido que una explotación cerrada es una
posibilidad menos de que un niño corra por las calles, de que se reabra una
escuela, de que se oigan voces y risas en la plaza… Parece que a nuestros
políticos les resulta más fácil mantener parados en las grandes ciudades que en
los pueblos.
Eso
que ustedes denominan eufemísticamente “vacío sanitario” no es más que otro
peaje, uno más, que obliga a que se vacíen las casas de nuestros pueblos, unos
pueblos cada vez más solitarios, en los que ya sólo se llenan los cementerios.
Si
es cierto que alguien dijo alguna vez que una ardilla podía recorrer España de
norte a sur saltando de árbol en árbol sin tocar el suelo, quizá también sea
cierto, como escribió hace unas semanas uno de nuestros más ilustres
académicos, que el animalito podría recorrer España hoy saltando de un político
incompetente a otro. Especialmente en nuestra tierra, añado yo. Sin distinción de
ideologías.
RHM
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