jueves, 16 de mayo de 2013

LA HOYA




-¿Y qué hay debajo de las montañitas, tío?
-Conos. Son conos, memo.
-Ni montañas ni conos. Se llaman hoyas y dentro, como veréis cuando quitemos la tierra, están las patatas que enterramos en octubre.
Braulio está en el huerto de La Torre, apoyado en el bastón, frente a dos montículos de tierra que parecen topineros gigantes, esperando a que el solecillo de la mañana dulcifique algo la temperatura para empezar con la tarea de sacar las patatas de la hoya este sábado luminoso y frío de finales de febrero, el primero seco en varios días. Y ha llegado al huerto con los dos sobrinos que vinieron anoche de Madrid, uno de siete años, listo como un conejo y otro de diez, ya más formalito y algo sabihondo, como queda de manifiesto con el comentario de los conos.
-O sea, que las desenterráis para volverlas a enterrar. Un poco raro, ¿no?-apostilla el mayor con un cierto aire de suficiencia infantil que traslada al hombre muchos años atrás, a unos huertos llenos de niños y de gente afanosa, de voces y risas.
Y, como sin darse cuenta, Braulio, que tiene unas buenas dotes didácticas, aunque él no lo sepa, comienza a explicar a los niños por qué se  entierran las patatas y cómo se hace la hoya.
-En el pueblo, necesitamos conservar las patatas se durante todo el año, hasta que podamos coger las nuevas, porque aquí no es como en Madrid. Allí, vais al mercado, compráis una bolsita y, cuando la gastáis, volvéis y compráis otra. Aquí no hay mercado y tenemos que sembrar y recoger patatas para todo el año y sólo vendemos las que nos sobran, que no son muchas. Por eso necesitamos conservarlas y lo mejor es hacerlo en su medio natural. Así que en octubre, después de sacarlas de la tierra donde se han criado, hacemos un agujero en el suelo del huerto, grande y redondo como un queso, no muy profundo, como de unos cuarenta centímetros y de uno o dos metros de diámetro más o menos y vamos llenándolo de patatas, colocando unas encima de otras hasta construir un cono perfecto que cubrimos cuidadosamente con paja de rastrojo y, luego con una buena capa de tierra, para que no se hielen. Sobre esta tierra, algunos ponen unos calabones para mantener algo más de calor y que la nieve y la humedad no lleguen a las patatas. Pero no es estrictamente necesario porque, si la tierra está bien apretada y lisa, el agua escurre y la nieve no cala.
            Mientras habla, el hombre ha ido quitando con la azada parte de la tierra por el lado del sol y ha retirado también la paja de rastrojo.  Para los niños es como quitar el envoltorio a un regalo y cuando aparecen las primeras patatas, perfectamente colocadas, unas sobre otras, limpias y frescas como si acabaran de salir del surco en el que se criaron, los niños las miran fascinados, como mirarían al juguete, sobre todo el pequeño, que no puede reprimir el gesto y acerca la mano al montón para comprobar que es real. El hombre acerca las dos cestas de mimbre hechas en casa y empieza a llenarlas; los niños ayudan como si se tratara de un juego, ajenos a la importancia de la labor que están realizando, siguiendo los gestos de Braulio. Sólo de cuando en cuando hace falta retirar alguna patata agujereada, víctima del talento de algún ratón que ha descubierto a tiempo el beneficio que supone tal cantidad de comida amontonada sin ninguna vigilancia.
            Cuando llega el resto de la familia, el viejo y los niños han llenado ya los primeros sacos que cargan en el burro, convenientemente enlazados, para llevarlos a casa. Braulio intuye que los niños le acompañan sólo por la gola de regresar montados en el animal, porque hace ya un rato que oyen los gritos de otros niños que juegan al balón en El Pozo y, una vez descubierta la hoya completamente, han perdido el interés por las patatas. Pero no le importa mucho.
 No le importa mucho porque Braulio es muy consciente de los tiempos que vive. Por eso no se cansará nunca de explicar estas y otras ocupaciones.   Sabe que este y otros muchos oficios de los campesinos pronto no serán más que recuerdos en blanco y negro colgados en la pared de alguna sala. Como él.
RHM
Mayo 2013

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