sábado, 17 de septiembre de 2016

VACAS



Dicen que donde escasean las noticias cualquier cosa puede serlo. Cuando pasas el verano en un pueblecillo pequeño, donde conoces a todo el mundo y sabes cómo piensa la mayoría, donde no hay prensa y las noticias llegan casi siempre por la boca de los compañeros de paseo, se suelen sobredimensionar las cosas. Lejos del runrún diario de la política, la atención suele dirigirse a asuntos más nimios. Pero este verano no ha sido así. Porque todos los que andamos por la zona del valle de El Tormes nos hemos sentido concernidos. Porque, aunque ahora no tengamos vacas, las tuvimos. Porque, aunque ahora vivamos de otra manera, antes vivimos del campo. Porque conocemos el esfuerzo de los ganaderos. Y, sobre todo, porque estamos muy preocupados por el futuro de nuestros pueblos. La provincia de Ávila ha perdido el 35,6 % de población desde el año 1950. En términos absolutos somos casi 93.000 habitantes menos. Y esta pérdida no se ha dado en la capital ni en los núcleos de la cara sur de Gredos. La mayor pérdida se ha producido en el entorno de El Barco y Piedrahíta, en esos pueblos que están a más de 60 km. de la capital.
Un brote de tuberculosis acaba con todas las vacas de Aliseda de Tormes: "Se ha producido el vacío sanitario"
            El titular es de La Sexta. El entrecomillado debe de corresponder a palabras textuales de algún político. Y duele. Duele ver en la pantalla a personas que conoces y que no entienden lo que pasa. Porque, ¿qué pasa con las vacas de la zona? Alguien, la Junta probablemente, tendrá que dar bastantes explicaciones.
            Tendrá que explicar por qué si al sanear una explotación se detecta un animal enfermo, sólo uno, se mata a toda la cabaña. Tendrá que explicar si no sería más razonable poner en cuarentena a todos los animales y repetir los análisis para detectar cómo evoluciona la enfermedad y si el contagio es o no efectivo al cabo de un tiempo prudencial —el que determinen los veterinarios— actuar en consecuencia. Una consecuencia que podría ser, en el caso más positivo, que no fuera necesario matar a los animales que aún no están infectados.
            Tendrá que explicar si, como dicen los ganaderos, es la fauna salvaje la transmisora de la enfermedad. Y si es así, tendrá que explicar cuáles son las medidas que se han tomado al respecto. Porque no es posible vacunar ni tratar a los cientos de jabalíes y cérvidos que poco a poco se van adueñando del campo. Y no es posible que los pocos habitantes que quedan en la zona lo intenten de nuevo si no están absolutamente seguros de que se están tomando medidas efectivas contra los transmisores del virus.
            Alguien de la Junta tendrá que hacer la pedagogía necesaria para que no nos creamos que la muerte masiva de los animales responda a un plan diseñado para terminar con el ganado vacuno en la zona. Porque, dicen muchos, es más rentable cambiar la producción. Optar por el ganado ovino o los antiguos rebaños de cabras. Que sobran vacas, vaya. Y alguien tendrá que explicarles a ustedes que lo que ha pasado en La Aliseda no es un “vacío sanitario”: vacío de vacas sí ha quedado el pueblo, pero sanitario no es, porque los portadores siguen en la sierra, sin que nadie se haya ocupado de ellos, al menos que nosotros sepamos.

      Ya no nos valen cuentos como que son leyes europeas las que nos obligan a matar las vacas. Europa somos nosotros, los obligados y también lo son ustedes, los que obligan. Son ustedes o miembros de sus partidos los que tienen que defendernos, en Europa, en Madrid o en Valladolid. Las cosas se cambian desde dentro siempre que haya voluntad de cambiarlas. Y ustedes están dentro.
            ¿Alguno de nuestros representantes en esos Organismos europeos, madrileños o vallisoletanos ha pensado en el futuro de esta zona? Seguramente no se han dado cuenta de que cada vez que a un ganadero se le cierra la explotación, también se cierra una casa. Seguramente no se han parado a pensar que uno o varios muchachos se tendrán que ir a Madrid a que les paguen una miseria hasta que lleguen al paro o a la RMI. Quizá no se les haya ocurrido que una explotación cerrada es una posibilidad menos de que un niño corra por las calles, de que se reabra una escuela, de que se oigan voces y risas en la plaza… Parece que a nuestros políticos les resulta más fácil mantener parados en las grandes ciudades que en los pueblos.
            Eso que ustedes denominan eufemísticamente “vacío sanitario” no es más que otro peaje, uno más, que obliga a que se vacíen las casas de nuestros pueblos, unos pueblos cada vez más solitarios, en los que ya sólo se llenan los cementerios.
            Si es cierto que alguien dijo alguna vez que una ardilla podía recorrer España de norte a sur saltando de árbol en árbol sin tocar el suelo, quizá también sea cierto, como escribió hace unas semanas uno de nuestros más ilustres académicos, que el animalito podría recorrer España hoy saltando de un político incompetente a otro. Especialmente en nuestra tierra, añado yo. Sin distinción de ideologías.


RHM

jueves, 1 de septiembre de 2016

SORDOS


 Había una vez en un pueblo muy pequeño una familia compuesta por cuatro miembros: el padre, la madre, un hijo y una hija, todos afectados de una gran sordera. La familia no andaba bien de dinero y tenía alguna deuda que no podía pagar. 

Un buen día, cuando el hombre de la casa estaba en el corral cortando leña, pasó por allí un vecino al que le debían dinero.
—Buenos días—, dijo el vecino.
— ¿Quéee…? ¿Que te dé el dinero? Pues si me demandas, demándame, pero yo ahora no lo tengo—. Y se metió para casa y le dijo a la mujer, que estaba en la cocina, porque las mujeres de aquel pueblo se pasaban mucho tiempo en la cocina:
—Mira, mujer. Ha pasado por la puerta del corral el del dinero y me ha dicho que si no se lo devuelvo, que me demanda y yo le he dicho que me demande si quiere que yo ahora no tengo el dinero.
— ¿Quéee…? ¿Qué has traído un carnero? Pues si está gordo, tráele pa dentro, que le matemos—. Y llamó a la hija que estaba en la sala haciendo la cama.
—Mira, hija. Ha venio padre y ha traído un carnero y yo le he dicho que si está gordo, que le meta pa dentro, que le matemos.
—¿Quéee…? ¿Qué hay un mozo a la puerta? Pues si es alto y guapo y buen mozo, que pase, que me caso con él—. Y salió a buscar al hermano que estaba en el sobrao preparando un costal de trigo para llevarlo al molino.
—Mira, hermano. Ha venío madre y me ha dicho que hay un mozo a la puerta y yo le he dicho que si es alto y guapo y buen mozo, que pase, que me caso con él.
Del museo etnográfico de Castilla y León, en la ciudad de Zamora.
— ¿Quéee…? ¿Qué me estáis haciendo unos pantalones? Pues na más que miréis por estos—. Y bajó a decirle a la madre:
—Madre, que me ha dicho mi hermana que me estáis haciendo unos pantalones. Y yo le he dicho que na más que miréis por estos.
— ¿Quéee…? ¿Que está tu padre a por vino? Pues a mí me da igual que sea blanco que tinto, que yo todo me lo jinco.

           Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
NOTA: Cortesía de mi tía Juana, que se sabe unos cuentos maravillosos.