viernes, 22 de febrero de 2008

UNA RUTA POR LA ZONA

CAMINANTE

Esta ruta, de escasa dificultad, comienza en el pueblo de La Herguijuela al que se accede desde la localidad de Piedrahía a través el puerto de la Peña Negra o desde la comarcal 500. Es conveniente que te dejen en este pequeño pueblo y que te recojan cinco horas después en Horcajo de la Ribera. Caminarás siempre hacia el poniente, buscando la ruta de lo Llano del Ruyo (cualquier lugareño te indicará el camino). Debes saber que pisas campos que fueron de Los Duques de Alba, antigua casa de la nobleza española que nació en Alba de Tormes y que extendió sus dominios desde Peñaranda de Bracamonte por tierras que entonces eran de Salamanca y que, después de la última reestructuración provincial, fueron y son de Ávila. Estamos hablando de Piedrahita, localidad que no verás desde el camino, donde Los Duques tuvieron casa, hoy centro de enseñanza. Estas tierras que pisas ahora, de amplios pastizales y monte bajo, con arroyos de aguas cristalinas y fuentes muy frías, fueron compradas a Los Duques a finales del siglo XIX y constituyen el principal patrimonio de las localidades de Horcajo y Navasequilla. Sería interesante, si tienes tiempo y ganas, que alguien te contara la peculiar forma de administración de estos predios comunales y las fecundas y divertidas historias que se contaban cuando todo el pueblo dedicaba uno o dos días a reparar los desperfectos del invierno: levantar portillos, hacer las regaderas y deshacer las boñigas de las vacas, perfectamente organizados, los hombres por un lado y las mujeres y los niños por otro.
Cuando dejes atrás las dehesas, después de pasar un pequeño arroyo, verás que el camino se ensancha y se empareda luego entre unos pequeños prados hasta desembocar en una amplia explanada que alberga las eras de Navasequilla. Porque debes saber que nosotros sembrábamos, segábamos, trillábamos y hacíamos nuestro propio pan. Quizás ya no encuentres a alguien que pueda cantarte las canciones de la trilla, porque los pueblos se van quedando vacíos, pero, si lo encuentras, tendrás ocasión de maravillarte con una de las mejores muestras de folclore popular que hayas oído en tu vida de caminante.
Y llegas al pueblo de Navasequilla. En las primeras casas toma la calle de la izquierda que te llevará directamente a la plaza donde podrás refrescarte con el agua de su pilón y tendrás una de las mejores vistas de la sierra de Gredos. Al fondo, detrás de unos enormes canchales, un profundo valle de robles, alisos y sauces que cae hasta el curso del Tormes y luego, mirando siempre hacia el sur y levantando la vista, verás el llamado Circo de Gredos, reconocible por sus neveros permanentes. Girando hacia la derecha y subiendo una empinada cuesta, llegarás a la iglesia parroquial, en su origen perteneciente también al ducado de Los Alba y que, seguramente, encontrarás cerrada. Dejarás atrás la antigua escuela de niños, hoy, desgraciadamente vacía y dedicada a otros menesteres y encontrarás la carretera que nace aquí.
A partir de aquí, puedes optar por caminar por el asfalto o coger un camino que sale a la derecha pasado el cementerio del pueblo. El consejo del cronista es que bajes por la carretera y que vayas tendiendo la vista hacia la izquierda, despacio, hasta divisar el antiguo molino de Las Chorreras que, junto con la garganta y las inmensas moles de granito, conforman uno de las paisajes más espectaculares de la zona.
Y llegarás a una ermita, La Ermita de la Concepción, de escaso valor artístico, que alberga en su interior la imagen de La Virgen de la Concepción, a la que los habitantes de estos lugares profesamos una devoción extraordinaria y cuya romería celebramos a mediados de junio. Quizás alguien se avenga a contarte la peculiar forma de subastar las andas en las que La Virgen realiza la procesión y los conflictos que surgieron antaño entre los dos pueblos por la custodia de la imagen, cuando la ermita se encontraba derruida.
De la misma ermita, a la izquierda de la carretera, sale un camino asfaltado que sube hasta las peñas conocidas como La Cama de la Virgen, lugar donde, según la leyenda, se apareció La Virgen, aunque, por motivos que tú mismo podrás apreciar, no se pudo construir allí la ermita. Se trata de un camino construido con el fin de acceder a un repetidor de TV y a una torre de telefonía móvil de reciente construcción, camino de unos setecientos metros que permite un acceso relativamente cómodo al lugar. Mientras subes, y mirando siempre hacia el saliente, verás otra vez el molino de Las Chorreras, los pueblos de Zapardiel y Navalperal, los pinares de Navacepeda y Hoyos del Espino y, si el día está claro, podrás vislumbrar las blancas paredes de El Parador Nacional de Gredos. Cuando llegues a una caseta que se encuentra a la izquierda del camino, deberás continuar por una pequeña trocha hasta lo alto de la peña y allí, después de relajar las piernas y ajustar la respiración, bien vale que mires despacio, tranquilo, porque podrás ver uno de los espectáculos más fascinantes que nos proporciona la naturaleza, sobre todo si has escogido el alba o el ocaso para tu viaje. Al sur, El Tormes y el pueblo de La Angostura y, en lo alto, otra vez El Circo de Gredos, pero más cerca: Risco Redondo, La Mogota, Los Tres Hermanitos, La Galana... Mirando siempre hacia la derecha, verás el pueblo de La Aliseda, con El Berrueco al fondo, el pueblo de Bohoyo y el amplio valle de El Tormes. A lo lejos, donde casi no alcanza la vista, El Puerto de Castilla, final natural de La Meseta y comienzo de Extremadura. A la derecha la estación de La Covatilla y la carretera que sube a Horcajo y el propio pueblo, del que tendrás una excelente vista. Al fondo el pueblo de Campurbín, abandonado hace ya varias décadas y, más al fondo, los tejados de la granja de gallinas La Pedrera, cuyo dueño, buen conversador, te hará pasar un buen rato, pues es un excelente conocedor de estas tierras y de sus habitantes.
Cuando bajes, ahora sí, siempre por la carretera, tendrás ocasión de admirar algunas muestras de arquitectura popular en piedra, así como la difícil convivencia entre las casas antiguas y las de nueva construcción. Luego, ya en el bar, siéntate delante de una refrescante cerveza o un buen vaso de vino y, si puede ser, acompáñalos de un buen chorizo de matanza o unos tacos de queso curado y busca a alguien que te cuente alguna historia de estas tierras: historias de trashumancia, de lobos y perros, de rebaños de ovejas, de nieves y fríos, de trabajos y aperos, de juegos de niños, de fiestas de San Juan, de noches de ronda, de ferias de ganado, de niños que dejaban sus casas a los ocho años... En fin, historias ya muertas de estas tierras vivas y guárdalas en tu corazón porque no tendrás ocasión de escucharlas muchas más veces.
R.H.M.