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martes, 24 de abril de 2018

TIEMPOS NUEVOS



Hay oficios en el pueblo que propician la reflexión casi filosófica. Ahora son las tertulias al resolano y antes fueron los días de caminos o de regaderas comunales; las tardes tediosas del invierno al pie de una lumbre, esperando que llegara la hora de traerse las vacas; o las largas jornadas con las ovejas o las cabras de todos. En esos días, cuando se trabajaba poco y se hablaba mucho, casi siempre había alguien que decía: “Anda que si yo volviera a nacer, con lo que sé ahora”. A Braulio, más que volver a nacer, lo que le gustaría de verdad sería quitarse unos pocos años. Y es que Braulio se encuentra razonablemente satisfecho con el  tiempo que le ha tocado en esta vida. Es muy consciente de que entre la existencia que vivieron su padre y su abuelo apenas hubo grandes cambios. Ambos fueron pastores y ambos hicieron el mismo recorrido: apenas destetados, como dicen algunos, ya se fueron de zagales y luego, de pastores. Ambos atrocharon por los puertos de León y sufrieron la soledad infinita de los largos días estivales; ambos tuvieron que abandonar a la familia durante los largos inviernos y sólo cuando las fuerzas andaban más que justas, vendieron las ovejas y se instalaron definitivamente en el pueblo, resignados a vivir de lo que dieran tres o cuatro vacas y dos o tres cabras. Y como ellos, todos. Sin embargo, él es consciente de haber vivido otra vida. O de haber asistido a la que han vivido otros, aunque haya sido como espectador en muchas ocasiones.

Braulio es consciente de que ha vivido a caballo entre dos épocas bien distintas. Una en la que tenían que hacerlo todo y esta en la que mucho se lo dan hecho. Una en la que el médico estaba en Zapardiel, el agua en la garganta y el comercio en Piedrahíata. Y esta, con el médico en el pueblo, el agua en las casas y la comida en la plaza.  Y no hablemos de la información. Antes, la única comunicación con el mundo eran las cartas, que tardaban lo suyo y ahora, en cualquier corral suena la radio a cualquier hora; y, en muchas casas se entretienen con la televisión.
Pero lo que más llama la atención de Braulio son los cambios que se han producido en el comportamiento de las personas, sobre todo en las relaciones entre los padres y los hijos. Cuando él era mozo, a nadie se le ocurría fumar delante del padre hasta que no había hecho la mili y ahora cualquier muchachete da o pide un cigarro al padre como si fueran colegas, como dicen ellos. Y Braulio, que está sentado al solecillo que tan poco se ha prodigado en este mes de abril, no puede reprimir una sonrisa al recordar la anécdota que tantas veces ha oído y que tanteas veces ha contado él mismo.

Contaba su abuelo que un mocete apenas salido de la adolescencia se había aficionado al tabaco y andaba siempre buscando las vueltas al padre, fumando a escondidas y ocultando el paquete de picadura y el librito en un agujero de la pared del corral de la casilla. Y de allí salía una noche oscura como boca de lobo con un cigarro en los labios que había liado a tientas guiado por la costumbre, porque en el pueblo entonces, la única luz que alumbraba las noches era la de la luna. Cuando se echó la mano al bolsillo del chaleco, reparó en que no llevaba el chisquero, así que arrancó calle arriba y, al doblar una esquina, se dio de bruces con un hombre que venía en dirección contraria. El joven no lo reconoció, pero, ni corto ni perezoso, le pidió lumbre. Y el otro, que era su padre y que sí había reconocido al mozo, le dijo:

—Chupa, que va encendío—. Y le soltó un guantazo que acabó con el cigarro y con las ganas de fumar del joven, al menos momentáneamente.

Y Braulio, que no es ni ha sido nunca partidario de esos métodos, remataba la historieta diciendo que el padre y el hijo cenaron luego juntos y que la cosa no pasó a mayores porque entonces las cosas se hacían así. Pero Braulio, reflexivo como es, no puede menos que pensar, qué hubiera pasado si el suceso hubiera ocurrido hoy. Y qué tratamiento habrían dado al caso esas televisiones donde se ganan la vida —y muy bien, por cierto— unos tertulianos especialistas en todo y maestros de nada.