No hay datos documentados sobre el origen del pueblo de Horcajo de la
Ribera, pero si se sabe que es uno de los más antiguos de esta zona.
Se cree que las aldeas de esta comarca se formaron entre los siglos X y XII y que fueron
originadas por cabañas o majadas de pastores de uso temporal que
pasaron a lugar permanente habitado como consecuencia de la actividad ganadera,
especialmente las situadas por encima de los 1.300 metros de altitud, como
La Zarza, el Tremedal y el
propio Horcajo.
Como la mayoría de los pueblos serranos de la zona, Horcajo de la
Ribera debió de ser un conjunto de majadas de pastores que en verano
aprovechaban los nutritivos pastos de una sierra que debían abandonar en
invierno por la dureza del clima, sobre todo por las abundantes nevadas que
imposibilitaban el alimento de los animales. Quizá fueran los Celtas,
concretamente los vetones, los primeros pastores que
utilizaron los pastos del pueblo aunque sólo fuera en primavera y verano,
eludiendo el crudo invierno. Estos primeros pobladores se habrían establecido
en puntos elevados y de difícil acceso, llamados castros. En el pueblo aún nos queda el nombre de El Castrejón cuyo topónimo podría
avalar esta teoría. Estos castros desaparecieron con la dominación romana
En el año
711 los árabes llegan a Andalucía y en muy poco tiempo alcanzan los montes de
León y la cordillera Cantábrica, lo que supone el abandono de la zona centro de
la península Ibérica. Porque, aunque bastantes pobladores compartieron vida con
los invasores, otros muchos huyeron hacia el norte a medida que los ocupantes
se iban asentando en las tierras del sur.
Así pues, durante cerca de doscientos años la
sierra de Gredos va a ser la frontera natural entre el mundo árabe y el
cristiano, dificultando la repoblación de estas tierras por la inestabilidad
que suponía la propia frontera. Es en el año 712 cuando los árabes conquistan la
ciudad de Ávila y los cristianos no van a tener un asentamiento seguro al sur
de la sierra hasta el año 1085 cuando Alfonso VI conquiste Toledo. En estos
años, la franja comprendida entre el río Duero y el sistema Central va a ser
una especie de tierra de nadie sin una población estable, con asentamientos
temporales en función del clima y del aprovechamiento de los pastos.
Algunos
topónimos y vocablos de ciertos pueblos de la zona como aldehuela, de aldaya, granja en árabe; atalaya, almohalla (cuartel), merina,
(raza de ovino introducida por los benimerines), nos inducen a pensar que
pudieron ser los bereberes, pueblo
nómada y ganadero, los que continuaran con la tradición ganadera de los
vetones, generalizando la trashumancia que tanto años han realizado los
pastores de Horcajo, Navasequilla y otros pueblos de la zona. Sus primeros
habitáculos en el pueblo habrían sido pequeños chozos de piedra cuyos techos se cubrían con piornos y de los que aún
queda algún resto.
La repoblación.
De los libros de
Historia podemos deducir que la repoblación de estas tierras se originaría en
orden inverso al abandono: a finales del siglo XIII empezaría a producirse el
regreso de muchos de los pobladores del norte de la península que debieron de
ver una posibilidad de mejora ante la idea de conseguir posesiones en propiedad
ocupando las tierras recuperadas a los árabes. Habrían surgido así las llamadas
aldeas de behetría. Los nuevos
pobladores tendrán derecho al usufructo de solares y tierras de cultivo que al
cabo de unos años serían de su propiedad. Sabemos que la zona centro fue
repoblada por foramontanos, de fuera de los montes, posiblemente originarios
del norte de la provincia de Burgos, aunque bastante mezclados ya con gentes de
León. Un análisis de los topónimos de la zona nos lleva a pensar que estos
primeros pobladores podrían ser de origen leonés. Nombres como Bozunal, que podría derivar de bodonal, por deformación fonética, con
el significado de terreno pantanoso y húmedo o Herreñas, derivado de herrén que
era una especie de forraje que se sembraría en esas tierras próximas al pueblo,
se encuentran también en ciertos pueblos de la zona norte.
Sabemos que a mediados del siglo XIII, en la concordia del cardenal Gil
Torres en la que a efectos fiscales se recogían las iglesias parroquiales de
las diócesis, Horcajo no tenía pila ni
era parroquia. Está documentado que el 12 de mayo de 1330 el Rey Alfonso XI de Castilla ordena a don Sancho Blázquez Dávila, obispo de Ávila entre 1312 y 1355, que ya poseía el señorío de Navamorcuende y el mayorazgo de Villatoro y compatibilizó el obispado con la política, que deje libres y desembargadas las tres aldeas que tenía en su poder: Bohoyo, Zapardiel y Horcajo que limitaban entre sí. “Et otrosí manda nuestro señor e tiene por bien que Buenfoyo e los Forcajos e Çapardiel , que son en Valdecorneja, en término de Ávila, e que falla que son sus aldeas de Ávila e manda al obispo que las tiene que ge las dexe desembargadas”. (Documentación Medieval de la Extinguida Universidad y Tierra de Ávila. Volumen I. Carmelo Luis López y Gregorio del Ser Quijano)
Por tanto, sabemos que en la primera mitad del siglo XIV, Horcajo ya existía como concejo.