lunes, 19 de marzo de 2018

ALGO MÁS DE HISTORIA...



Durante los siglos XIX y XX, Horcajo de la Ribera se configura como una población estable dedicada a la ganadería trashumante. Su economía es de subsistencia: los pobladores producen la mayor parte de lo que necesitan para sobrevivir. En la mayoría de las casas hay ganado que produce leche, queso y huevos; se cultiva el trigo suficiente como para no carecer de pan; la toponimia nos indica que en el pueblo existieron algunos molinos. La matanza es una base importante de proteínas, los huertos producen las patatas, legumbres y verduras necesarias y, sólo la fruta y el pescado faltan en la mesa de los lugareños.



 CENSO DE HORCAJO DE LA RIBERA. Incluye a Navasequilla

CENSO
1842
1857
1860
1877
1887
1897
1900
1910
1920
1930
1940
1950
1960
1970
P. de hecho
-
694
495
487
484
540
561
657
858
595
582
564
554
434
P. de derecho
392


620
670
687
761
768
860
918
887
924
977
751
Hogares
134
147
150
173
158
181
211
214
202
244
239
224
229
190



La población se mantiene estable —alrededor de los quinientos habitantes— con algún ligero crecimiento hasta los años sesenta. A partir de estas fechas, la caída de población es brutal, no sólo en Horcajo, sino en toda la zona. La emigración se produce, sobre todo hacia Madrid, dedicándose la mayoría de los emigrados al negocio del comercio minorista.

En el año 1975 se produce la fusión municipal de las localidades de La Lastra de Elcano, Horcajo de la Ribera y La Aliseda de Tormes, situándose la sede del nuevo municipio, que pasa a denominarse Santiago de Tormes, en este último pueblo. Este hecho supone la desaparición del ayuntamiento de Horcajo. Muchos de los habitantes no han entendido nunca esta medida política, que no ha supuesto ningún ahorro, como se les dijo entonces. Ciertamente, no se entiende que, con el fin de racionalizar y compartir los gastos, no se optara por mancomunar los servicios, como se hace ahora con la recogida de basura, o con la administración. Quizá si se hubieran racionalizado los horarios y la estancia de los funcionarios locales como se hizo en otros lugares se hubiera podido evitar el cierre de los ayuntamientos de los dos pueblos. Otros lo hicieron. 
     Hoy, Horcajo de la Ribera se mantiene vivo gracias al tesón de sus habitantes; de los que resisten allí bravamente y de los que van muchos fines de semana y en periodos vacacionales.
     Este afán de pervivencia o de supervivencia se ha manifestado a los largo de estos últimos años, desde que se produje la gran migración allá por los setenta, en una voluntad enorme por mantener vivo el pueblo y por fomentar la buena relación entre todos los que, por nacimiento o por otras razones, tienen relación con él.  
En el año 1982 se crea una asociación denominada “Santiago Apóstol” a la que pertenece casi todo el pueblo. Esta asociación no sólo se encarga de organizar la fiesta de Santiago o la cena comunitaria que se celebra todos los años hacia el quince de agosto, sino que es un factor fundamental de unidad entre los vecinos. Desde su fundación se ha procurado que todos los socios vayan adquiriendo responsabilidades en la organización y gobierno de la misma lo que ha fomentado el conocimiento y la amistad entre personas que, alejadas por razones laborales, han vuelto a encontrarse felizmente. Fueron los miembros de esta asociación los que compraron el local donde se ubica el bar, elemento fundamental como centro de reunión para los pocos habitantes que quedan en invierno. Es también la asociación el germen de la fiesta del ramo, que se celebra en agosto en un intento de recuperar la tradición de lo que fue la fiesta de La Candelaria, el día dos de febrero. En julio se organiza también una carrera de alta montaña denominada Cross de los pastores, que, en su cuarta edición, es ya un referente en la zona.

Y, por último, son los nacidos y relacionados con el pueblo de Horcajo los que están empeñados en salvaguardar su patrimonio, colaborando en la restauración y mantenimiento de edificios como la iglesia. Y es la actitud abierta y colaborativa de sus gentes la que hace posible una convivencia grata y acogedora.

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